By: Thump
Esta nota es presentada por Corona.
Llevar a cabo uno de los tantos festivales de música que abundan en México y el mundo entero impacta enormemente de forma negativa al medio ambiente, pero es improbable que los asistentes dediquen el más breve pensamiento en sus mentes intoxicadas a los efectos que tiene el lanzar vasos de plástico o colillas de cigarro al piso, ni a dónde van después de que el equipo de limpieza se encarga de recoger el basurero que dejaron.
Según información suministrada por Impact0 –empresa mexicana de consultoría de desarrollo sostenible que trabaja directamente con eventos, organismos y entidades culturales– con base en datos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, una persona que asiste a un festival de música masivo promedio de un día emite aproximadamente 33 kg de dióxido de carbono, genera 9 kg de residuos no reciclables y consume unos 6 litros de agua. Multiplica esas cifras por un estimado de 150 mil festivaleros en dos días de un festival promedio, por ejemplo; súmale el carbono producido por aviones y vehículos empleados para transportar al talento y staff, y de los generadores de diesel usualmente empleados para darle electricidad a las tarimas, etc., y verás lo abrumadoramente contaminante que puede ser un evento de esta naturaleza.
Existen suficientes historias de éxito en el país vecino de arriba para concluir que la sostenibilidad en los festivales de música es posible. Pero ¿qué hay de Latinoamérica? ¿Es posible desarrollar iniciativas similares en nuestros países? A continuación, presentamos cuatro festivales regionales que están haciendo el intento de distintas maneras: Corona Sunsets, Bahidorá, Comunité y Nomade.
El festival itinerante de música electrónica Corona Sunsets se está llevando a cabo este año en las playas de Tulum y San Pancho, en Nayarit. Esta vez, el evento se ha favorecido de la reciente alianza entre Corona y Parley –organización dedicada a generar consciencia para beneficiar a los océanos– quienes buscan reducir el número alarmante de plástico que se consume y posteriormente se arroja anualmente a los océanos, para evitar así el daño que inflige sobre los seres vivos y sus ecosistemas.
Debido a que los eventos del festival Sunsets se han realizado tradicionalmente en playas, los esfuerzos de #CoronaxParley cobran mayor importancia, y comenzaron a verse reflejados en las ediciones de este año. Siguiendo las políticas libres de plástico que ya empieza a implementar la empresa cervecera en su propia línea de producción, los eventos de Sunsets cuentan con vasos y utensilios 100% biodegradables, compostables y ecológicos, liberando al área de comida del derivado del petróleo. Los stands y barras dentro del festival se arman con estructuras de madera y metal que luego son donadas a las comunidades locales para su reutilización. Además, se busca involucrar al público en la conservación medioambiental a través del Ocean Challenge, juego donde las personas reciben beneficios como playeras y descuentos en mercancía como recompensa por su aporte a conservar el entorno, como reutilizar los vasos, clasificar la basura, desechar las colillas de cigarro en lugares apropiados, etc.
Buscando alianzas para beneficiar e incorporar a las comunidades en donde se lleva a cabo el festival, #CoronaxParley se asocia con ONGs locales en actividades que empiezan antes de los eventos y continúan después de finalizados. En el caso de la reciente edición en San Pancho, hubo una relación con organizaciones como Entre Amigos A.C., San Pancho en Orden, Alianza Jaguar A.C., Grupo Eco Project Tortuga y el Grupo Ecologista de Nayarit, las cuales cooperaron en la limpieza de las playas, aportaron con talleres y stands dentro del evento e idearon en conjunto proyectos que incluyen la construcción de bibliotecas escolares, un sistema de tratamiento de aguas residuales y la donación de contenedores de basura para la comunidad.
Desde el 2013, el Carnaval de Bahidorá ocurre a principios de año en el parque acuático natural Las Estacas, un pequeño paraíso dentro de Tlaltizapán de Zapata, en Morelos, por lo que es indispensable un compromiso profundo con la conservación de los espacios. La antes mencionada empresa Impact0 es la encargada de garantizar la sostenibilidad del Carnaval de Bahidorá. Es la única en México con la certificación ISO 20121, por lo que la metodología que siguen para la gestión de eventos sustentables está avalada internacionalmente. Camila López, del departamento de coordinación de proyectos y vinculación comercial de la empresa, nos dio una mejor idea sobre su labor.
Las medidas implementadas a través de Impact0 son muchas. Por ejemplo, el festival haca una compensación de carbono para mitigar su efecto por medio de un proyecto de reforestación y manejo sustentable de bosques y selvas en el estado de Chiapas. Además, reducen emisiones del transporte personal empleando mano de obra de la zona para desempeñar labores dentro del festival, lo que contribuye a la economía local.
Bahidorá fue el primer festival en implementar el uso de vasos desechables 100% compostables y biodegradables. Para la disposición de los desechos, se colocan contenedores con señalización específica de qué tirar en cada contenedor durante los eventos. Y si el público falla, Impact0 cuenta con centros de acopio donde "el personal de limpieza apoya separando los residuos, los cuales al final del evento se les da un segundo ciclo de vida", según López. También se motiva a los asistentes a sustituir productos como bloqueadores, repelentes de insectos y pinturas corporales, con productos agradables con el ambiente para preservar los cuerpos de agua de Las Estacas.
La Riviera Maya ya ha presenciado el festival Comunité por dos años consecutivos –en la playa en 2016 (Villa Pescadores) y en la jungla este 2017 (Parque Dos Ojos)– así que tener un enfoque respetuoso a su ecosistema y su comunidad es prácticamente un requisito. Este año, el evento benefició con parte de sus ingresos a Restore Coral, organización destinada a preservar los corales oceánicos de la región, que ya ha perdido el 80% de su arrecife debido a la sobrepesca y la acidificación. Y encima, la oferta gastronómica fue 100% vegana.
Juan Manuel del Valle, cocreador de Comunité, comenta: "Siempre trabajamos con las comunidades locales, tratando de darles trabajo y beneficios alrededor del festival; pensamos que el crecimiento tiene que ser de la mano de las comunidades forzosamente". Aunque considera que aún hay bastante camino por recorrer, reconoce como una victoria importante el impacto que han evitado por el manejo de la basura, compuesta en su mayoría por vasos de fécula de maíz de fácil degradación. Al igual que en Bahidorá, en Comunité se compensa la huella de carbono generada por sus actividades y con la compra de bonos.
La visión ecológica y sustentable del festival de origen chileno Nomade fue, según José Alarcon, uno de sus cocreadores, un derivado lógico de la idea de querer hacer el evento en Caleta Cóndor, una playa oculta al sur de Chile que, por su aislamiento, los obligó a trabajar con los pocos recursos naturales de la localidad y con la comunidad indígena Williche que ahí habita. Fue un experimento exitoso que ahora lleva varios años realizándose en la comunidad chilena de Manquemapu, en donde se reubicó posteriormente, y el año pasado se estrenó en la Bahía el Aguacate, en Colombia.
Por sus características, se volvió una prioridad para Nomade borrar de esos sitios todo vestigio del evento una vez ocurrido, y para ello, entre otras cosas, han optado por utilizar material reciclado para la infraestructura, separar la basura, construir baños secos y duchas iluminados con energía de paneles solares, instalar biofiltros para procesar las aguas residuales, favorecer el uso de vasos únicos en vez de desechables, y además apuestan por la permacultura –el tipo de agricultura que simula los patrones del ecosistema natural. Cada acción que se hace favorece al indicador más indicativo que tienen: regresar el año siguiente para una nueva edición y encontrarse con el mismo lugar mágico del que se despidieron el año anterior.
Para todos estos festivales, la limitante sigue siendo el dinero. "La principal barrera que hemos enfrentado es la parte económica; tal es el caso de una gran corporación de eventos quien nos externó que no va a sacrificar su presupuesto por acciones para cuidar el planeta" comenta López. Para Nomade, se hace más cuesta arriba por su visión de autogestión e independencia, por lo que se lanzó una campaña de crowdfunding para permitirle a su público colaborar económicamente para mejorar su sistema de manejo de residuos.
Todas estas historias son testamento de que la utopía del festival sustentable y ecorresponsable es posible. Solo hace falta una buena dosis de voluntad –y, por supuesto, dinero.
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